Ene 22, 2018 Diario La Comarca Jujuy Locales 0
María Rusinova es una religiosa y enfermera que llegó desde Europa a trabajar en Alto Comedero. Su vida estuvo marcada por el comunismo, ideología que gobernaba en Europa del Este. Ella vivía en Eslovaquía con sus padres y sus tres hermanos. Ser la hermana menor tuvo un significativo importante en su vida, en el momento de dejar la casa para comenzar su formación religiosa.
Siguió con el ciclo de entrevistas a protagonistas de Alto Comedero, La Comarca entrevistó a la mujer que trabaja en el Centro de Salud que abarca las 18 y 30 Hectáreas y, además desarrolla su tarea vocacional de ser Hermana consagrada de la Congregación Siervas del Espíritu Santo.
¿Cómo fue ese momento al tomar la decisión?
Siento que desde mi nacimiento fue significativo porque nací el 2 de febrero, en Europa se celebra fiesta de vida religiosa. En un momento de mi adolescencia me enojaba por mi nombre porque todas se llamaban María. Cuando pregunté a mi madre, me dijo que era por el día de las Candelas, porque en realidad me habían elegido el nombre de Eva por la hermana de mi madre, después una persona del pueblo influyó porque dijo que había traído mi nombre María.
Como vengo de un país comunista, solo se podía ir a misa los días domingo, no es activo en lo religioso. Catequesis solo podía dar el sacerdote. En mi pueblo, vino un sacerdote recién ordenado, que introdujo cierto dinamismo en la catequesis de mi pueblo. También nos prestaba los libros para leer. Allí me impactó mucho la vida de Santa Teresita de Lisieux, allí dije que me gustaría ser religiosa, pero nunca había visto una. Yo pensaba que era algo que pasó en la historia. Después en mi juventud conocí una hermana, y sentí una inquietud en una escuela de internados y durante los fines de semana iba a mi casa. En el camino de retorno, compartí con mi compañera que leía la Palabra de Dios. Se traían biblias de Roma ilegalmente, traducido en nuestro idioma en eslovaco, era algo que no entendía pero me atraía seguir leyendo porque no se podía comprar libremente la biblia.
Después me sume a un grupo juvenil, sentí como una atracción que no se quedaba quieto en mi corazón. Siempre me atraía la tarea de acompañar enfermos, entonces cuando terminé la escuela empecé a trabajar con una amiga, que hoy sería como una acompañante vocacional. Ella me decía que el Señor me iba a dar alguna señal. En ese momento, iba a una familia que tenía tres chicos discapacitados, donde el comunismo los separaba o la madre debía hacerse cargo. Iba a su casa para leer unos cuentos para estos niños que tenían distrofia muscular, que era una enfermedad que no se podía resolver, pasados los 20 años fallecieron. Así, conocí una religiosa en República Checa. Cuando comenté en casa, mi papá casi se infarta porque mi hermano es militar y mi padre siempre me amenazaba de qué mi decisión podría influir en la vida de mi hermano porque el comunismo como ideología manifestaba que el cristianismo iba a desaparecer, pero nunca pasó. Le pregunté a mi hermano y salí de casa sin que mi papá supiera, porque sentía esa amor que percibí de Dios para compartir con los demás. Sabía que las hermanas tenían ese carisma de compartir con otros.
También influyó Damián De Veuster, era hermano de un sacerdote que iba a las misiones. Se dedicaba a los hermanos leprosos, aspecto que me interesó cuando leí sobre su vida. Dije quiero ser misionera. Después cuando conocí a las hermanas, supe que ahí estaba mi respuesta. A los 20 años tomé la decisión y desde los 17 estaba esperando una señal.
¿Su inicio fue en Europa?
En Eslovaquia porque todavía seguía el comunismo, yo ingresé en el centenario de la Congregación. En la Antigua Checoslovaquia el comunismo tenía cierta permisividad con ciertas actividades. Nuestras hermanas estaban en un cotolengo, donde el director valoraba su presencia porque sabía que trabajaban bien con cariño a los niños. Ingresé a República Checa, casi en frontera con Alemania, a la mañana trabajaba y a la tarde la formación. Durante mi noviciado, cayó el comunismo, donde por primera vez las hermanas podían recibir hábitos, sino teníamos que andar de civil porque no podíamos demostrar que éramos religiosas. Fuimos el primer grupo en recibir hábito, pero había todavía ese miedo existía. Después cuando hice votos perpetuos recibí destino misional de Argentina.
¿Cómo fue su inicio en Argentina, con las costumbres, el idioma?
Antes de venir, fui a España para conocer el idioma. Me han curado los niños que infancia misionera que se reían de cómo hablaba bien en español, eso me corrigió para siempre. Mi primer destino fue la provincia de San Juan, mi primer amor de trabajo pastoral porque pude dar catequesis, algo que no podía hacer en mi país. Una experiencia linda.
¿Llegó de Europa como enfermera?
En realidad estudie dos veces. En Eslovaquia estudia y trabaje como enfermera. Ahí comprendí que no importa el lugar, sino el corazón. Después cuando vine a la Argentina, primero trabajé pastoralmente, después renové el título de estudiar de vuelta en Cruz Roja porque siempre me atraía el poder evangelizar con nuestra propia vida en la cercanía con la gente. En Argentina, siempre me gusto Atención Primaria de la Salud porque desde el Puesto de Salud, uno tiene contacto con la familia.
¿En algún momento dudó de su vocación?
No sé si dudé. Es un proceso que vive la vocación religiosa, en la formación uno descubre la realidad, durante ese proceso mis papas se separaron, eso provocó interrogantes en mí si podía ser hermana durante esa separación. Justo estaba en los cuartos votos. Agradezco esto porque me sacudió un poco, pero ha limpiado mi llamado, en sentido de que la responsabilidad de los padres es cuidar de los hijos, después cuando somos maduros la vida está en nuestras manos. La responsabilidad es nuestra porque no puedo tirar porque ellos me dieron lo que pudieron, y esa separación es su decisión. Esto me ayudó a acompañar aquí a distintas familias que viven esa situación de vivir una separación, ser madres solas, siento que es una invitación para poder esta con ellos.
En Alto Comedero, que aspectos le llaman la atención…
Los descuidos. Yo vengo de una familia donde nos enseñaban el orden, la limpieza y la higiene que siempre se mantenía. Mi mamá y mi papá trabajaban, y nosotros colaborábamos. Veo las calles descuidadas con la presencia de la basura en las esquinas y que los perros en la calle desparraman, así se provocan enfermedades. Muchas veces escuchó a la gente que anhelan algo de Europa, pero veo que con tan poco se puede mantener el orden y la limpieza. Cuando viví en Concordia, vi a una señora que vivía de juntar elementos de la basura, tenía en su casa un orden y el armario era hecho de cajones de madera de manzana. Esa imagen me quedó en mi cabeza. Entonces no importa si tengo o no recursos, poder limpiar y tener ordenada mi casa depende de cada uno.
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