Pavel Durov tuvo una actitud muy generosa con los habitantes de San Petersburgo, pero sus detractores lo acusaron de sembrar el caos.
El magnate ruso que creó Telegram tiene actitudes excéntricas que le han significado elogios y críticas. Cuando lo acusaron de promover tensiones sociales con su generoso gesto de lanzar su fortuna en avioncitos de papel, aseguró: «Es mi dinero y con él, hago lo que quiero».
En el vasto universo de la tecnología, donde la competencia por la innovación no da tregua, algunas personas se destacan no solo por sus logros, sino también por las historias detrás de ellos. Tal es el caso de Pavel Durov, el excéntrico creador de Telegram.
Este carismático magnate ruso, se convirtió en multimillonario con la plataforma de mensajería que tiene 950 millones de usuarios en todo el mundo y lanzó parte de su fortuna en avioncitos de papel en la ciudad de San Petersburgo.
Durov nació en Vladivostok, una ciudad portuaria en el extremo oriental de Rusia, donde el frío y las dificultades moldearon su carácter. Desde pequeño mostró interés por la tecnología y, tras estudiar matemáticas aplicadas en Moscú, comenzó a trabajar en proyectos que combinaban comunicación y privacidad.
Fue en agosto de 2013 cuando lanzó Telegram, una aplicación que rápidamente ganó popularidad por su diseño sencillo, su velocidad y sus estrictos protocolos de seguridad. Sin embargo, lo que colocó a Durov en el radar de los medios no fue solo el éxito de su app, sino su particular estilo de vida.
Una fortuna literalmente voladora
La fama excéntrica de Pavel Durov se consolidó cuando organizó un evento que dejó boquiabiertos a los habitantes de San Petersburgo. Convocó a una multitud en una plaza central con una promesa insólita: “Voy a regalar dinero, pero no de la forma convencional”. Y cumplió. Llegó en helicóptero y, desde el aire, lanzó cientos de avioncitos de papel con dinero. Cada uno contenía billetes equivalentes a unos 100 dólares.
“Quería devolver algo a las personas, pero también quería hacerlo memorable”, declaró más tarde en una entrevista. Este gesto, que muchos interpretaron como un acto de generosidad, también generó críticas. Algunos lo acusaron de promover el caos o de usar su fortuna para alimentar su ego. Sin embargo, él nunca pareció molesto por los detractores: “Es dinero mío y mis reglas. Si puedo dar un poco de alegría, ¿por qué no hacerlo a mi manera?”.
Pavel Durov, fundador de Telegram, recorre el mundo para dar conferencias sobre su visión del mundo tecnológico y el derecho de las personas a mantener su privacidad.
El magnate no solo se distingue por sus actos extravagantes, sino también por sus principios. Su aplicación, Telegram, nació con el objetivo de proteger la privacidad de los usuarios en un mundo donde las grandes corporaciones recolectan datos a gran escala. “La privacidad no es un lujo, es un derecho”, afirmó muchas veces en tono desafiante.
Este ideal le ha hecho ganar admiradores y fuertes enemigos. En más de una ocasión, gobiernos y empresas han intentado bloquear o limitar el uso de Telegram por su negativa a compartir datos de usuarios. Pero Durov no cede. Su postura lo ha colocado en la categoría de “rebelde tecnológico”, un título que parece disfrutar.
En agosto pasado el multimillonario fue detenido en Francia por no gestionar contenidos extremistas en la plataforma. Tras pagar una fianza de 5 millones de euros quedó en libertad, pero el proceso continúa.
A pesar de su seriedad en temas de privacidad, Durov tiene un lado lúdico que no teme mostrar. Sus redes sociales están llenas de fotos y videos de sus viajes por el mundo, sus mascotas exóticas (incluyendo un camaleón llamado Dostoievski) y sus reflexiones sobre filosofía. También es conocido por financiar proyectos artísticos poco convencionales, como un ballet sobre inteligencia artificial o un festival de música en el Ártico.
Por supuesto, su figura no está exenta de polémicas. Algunos lo acusan de utilizar su imagen excéntrica para distraer de los problemas que enfrenta su empresa, mientras que otros señalan que sus métodos de gestión son tan poco ortodoxos como su vida personal.
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