Con un celular una joven pudo pedir ayuda para evitar que la agresión sexual que estaba sufriendo fuese mayor. Todo paso el primero de enero de 2010. Pasadas las 20 horas, María (nombre ficticio) salió de su casa para encontrarse con una amiga. Estaba caminando por una calle del barrio 9 de Julio, cuando fue sorprendida por un joven que le agarró del cuello por la espalda. La amenazó aduciendo que tenía un arma y que no hiciera nada porque tenía tres amigos vigilando la zona.
Sometimiento
Bajo amenazas la llevo por la pasarela que une los barrios 9 de Julio con Santa Barbara, hasta unos yuyarales que están detrás del Salón de Usos Múltiples. Sin iluminación pública y la nula presencia de peatones, jugaron a favor del hombre. Con ese panorama y bajo amenazas, la víctima atemorizada se tuvo que sacar el pantalón y su ropa interior. El abusador la sometió a sus bajos instintos.
Un descuido del abusador, fue aprovechado por María para pedir ayuda. Primero llamó al celular de su madre y no obtuvo respuesta, entonces decidió enviar mensajes de texto a sus amigos que no creyeron en su S.O.S. Minutos después, reitero el pedido de auxilio a sus amigos con unas llamadas. “Ayudame estoy en el puente cerca del mirador”. Los amigos llegaron al sitio y escucharon el llanto de la joven. Ella salió de la maleza, descalza. El abusador intentó escaparse, pero no pudo, su estado de ebriedad le jugo en contra. Los amigos de “María” lograron reducirlo y llamaron a la policía para que intervenga.
Ella contó en ese momento a sus amigos: “él me obligo a hacer todo lo que quería, porque si yo gritaba él me iba a matar porque tiene un arma”. Luego se desmayó, recibiendo atención el personal médico del SAME. En esa circunstancia, llegó su madre que la vió recibiendo el servicio médico y al sospechoso – en ese momento – reducido y en estado de ebriedad.
El uso del celular
En ese momento surgieron interrogantes sobre cómo hizo la menor para enviar mensajes y efectuar llamadas para pedir ayuda. María contó que ante las amenazas recibidas, asumió una postura sumisa para ganarse la confianza del agresor, y que en el momento adecuado encontró la manera de utilizar su celular. Incluso, armó un ardid para demorarlo en el lugar al abusador, con el objetivo de ganar tiempo hasta que llegaran sus amigos.
La declaración de la víctima fue identificada como verosímil por la perito psicóloga que escuchó el testimonio de la menor en una cámara gesell, donde contó que sufrió manoseos en sus piernas y que fue obligada a practicarle sexo oral. Esto fue confirmado en el informe médico que verificó las lesiones en sus muslos y que los restos de semen encontrados en el calzoncillo del agresor, son por la práctica de sexo oral. En el resto del cuerpo de la joven y en la ropa no se hallaron indicios de otro tipo de violencia.
El juicio
Todas estas pruebas quedaron en el expediente. Siete años después fue desempolvado por el Juzgado de Instrucción de Causas Ley Nº 3584. El acusado con 33 años decidió reconocer el hecho y su culpabilidad, sometiéndose de esa manera a un juicio abreviado. Esto incluía un acuerdo con la señora fiscal del Tribunal en lo Criminal N° 2 para que sea condenado a la pena mínima que establece al Código Penal para el delito de abuso sexual gravemente ultrajante, es decir cuatro años de prisión.
El presidente del tribunal enjuiciador, Ernesto Kamada coincidió con la Fiscal en el monto de la pena de cuatro años de prisión de ejecución efectiva por encontrarlo autor material y responsable del delito de abuso sexual gravemente ultrajante. Esa posición fue apoyada por sus pares, los doctores Ramón Puig y Alejandra Tolaba.
El tribunal también puso en conocimiento a la madre de la víctima que tiene derecho a acudir a los servicios de atención a la víctima que se encuentran a su disposición, conforme artículos 159 y 161 del Código Procesal Penal y acordada del Superior Tribunal de Justicia registrada en Libro de Acuerdos nº 14 del 29 de agosto de 2011.
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